Hoy es un día de los que te dejan huella, de esos que
esperas que nunca lleguen pero que al final lo hacen. Despedirte de un ser
querido es muy duro, tanto que al principio intentas no creértelo e incluso
llegas a no aceptarlo pero, más tarde, tras enfrentarte a la realidad, a los
lloros, a los recuerdos y a la familia, ves que es lo más real que te ha pasado
desde hace tiempo.
Estoy cabreada,
cabreada por lo injusta que puede llegar a ser la vida a veces. Dicen que
si luchas al final obtienes tu recompensa, pero eso no ha ocurrido. En este
caso la única recompensa que hemos obtenido es una derrota, una triste e
inoportuna derrota. No sé quién o quiénes son los responsables de esto, ni si
los hay, lo único que sé es que me la han arrebatado antes de tiempo y que,
aunque quiera, no voy a volver a ser la misma pues una parte de mí también se
ha ido con ella.
No quería que te fueras, no sin al menos haberme podido
despedir y ver que seguías siendo la misma de siempre. Sé que nunca una
despedida puede llegar a ser suficiente cuando no vas a volver a ver a una
persona, pero te ayuda a sentirte mejor y a saber que, al menos, se irá tras
haberle recordado lo mucho que la quieres y lo mucho que te ha ayudado en esta
vida. Sólo me queda pensar que aunque no se lo haya recordado, ella lo supiese
y lo recuerde eternamente.
Seguiremos nuestras
vidas, pues aunque parezca que el tiempo se detiene la vida continúa. Pero lo
haremos, lo haré, teniéndote siempre presente y sin temor a hablar y a recordar
los buenos momentos junto a ti. Atrás quedan las visitas de los domingos, las
comidas en familia, las Nochebuenas, los cumpleaños… no, no serán lo mismo si
no estás tú.
Cuídate allí
donde estés, pues de nosotros ya lo has hecho. Ahora te toca a ti, abuela.
Hoy es un día de los que te dejan huella. De esos que
esperas que nunca lleguen pero que al final lo hacen…